Época: Al-Andalus omeya
Inicio: Año 711
Fin: Año 1031

Antecedente:
Crisis de la sociedad y del poder



Comentario

Probablemente, el Muqtabis de Ibn Hayyan, al que debemos la crónica detallada de los acontecimientos políticos acaecidos en la época del emir Abd Allah, distorsiona algo las perspectivas al darnos sobre todo informaciones sobre las revueltas y no dejarnos ver más que, de vez en cuando, la existencia de regiones que -aunque lejanas, como Tortosa- siguieron fieles al poder central o al presentar como rebeldes a algunos jefes locales que sólo actuaron independientemente cuando la acción del poder cordobés no les podía alcanzar. Parece, sin embargo, que en el espacio de algunos años hubo una desorganización político-administrativa muy pronunciada en el emirato omeya, del que ya se ha dicho que no se poseen emisiones monetarias fechadas a partir del 286/899. Esta interrupción duró casi treinta años, hasta el 316/929, fecha en la que el califato reanudó la acuñación. Es una prueba evidente de la profunda crisis del poder central omeya, de cuya fuerza las emisiones monetarias son buen testigo.
Durante esta época, aparte de los múltiples poderes de poca envergadura y de las zonas incesantemente agitadas por los disturbios ya mencionados, hubo algunos principados algo mejor organizados, entre los cuales el más importante era el de los Banu Hayyay de Sevilla. En esta ciudad y su región estallaron violentos conflictos político-étnicos a partir del año 889, que llevaron a la escena política a algunos jefes árabes ambiciosos, de origen yemení, representados por los Banu Jaldun y los Banu Hayyay, que se podían apoyar en la asabiyya de miembros de sus clanes. Actúa también en estos acontecimientos confusos una especie de burguesía urbana muladí en principio leal al poder central, aunque a veces desorientada por las intrigas complicadas que se tramaban a varios niveles y algunas familias árabes fieles a los omeyas, constituidas sobre todo por clientes de la dinastía. De vez en cuando intervienen además grupos árabes, beréberes o muladíes establecidos sobre los territorios circundantes, que se fortificaban frecuentemente cada uno por su lado, en un hisn de los alrededores e intervenían como aliados de tal o cual elemento. Las tensiones entre estos diferentes elementos desembocaron en el año 891 en una masacre de los muladíes llevada a cabo por los árabes yemeníes, que eliminaron después al gobernador omeya y se hicieron con el poder. En el 899, uno de los dos jefes árabes más poderosos, Ibrahim b. Hayyay, se deshizo de su rival Kurayb b. Jaldun y se convirtió en el único jefe de Sevilla, donde dirigió una especie de principado, recaudando impuestos en su beneficio, organizando un pequeño ejército y ejerciendo su mecenazgo en provecho de los sabios y poetas que venían a ilustrar su corte.

En otros lugares se imponían otros poderes locales de los cuales no se sabe mucho. Este era el caso de Daysam b. Ishaq en Tudmir o de Bakr b. Yahya, de origen muladí, quien intentaba atribuirse una ascendencia árabe en el Gharb, en Silves y Ocsonoba. Imitando a lbn al-Hayyay se dotó, como él, de secretarios de cancillería y de una organización civil y militar. Otros poderes tuvieron sin duda el aspecto de señoríos más modestos, pero tuvieron, como en el caso de Ibn al-Shaliya, la preocupación de mantener a poetas y secretarios, cuya presencia es prueba del alto nivel de arabización. Sin embargo, ninguno de estos jefes locales parece haber emitido monedas, al menos de forma significativa (no parece, en cualquier caso, que el poder más organizado, el de Sevilla, las haya acuñado). Salvo lbn Hafsun, los cristianos no son prácticamente visibles en estos acontecimientos, a pesar de que sus comunidades debían ser bastante importantes hasta que su número disminuyó a causa de las masacres y de la emigración, cuyos efectos se ven en la instalación de comunidades mozárabes en el sur del reino de León.